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Violaciones y revelaciones

Jaime Barrios Carrillo
jbarrios@siglo21.com.gt

La educación sexual en el país es casi nula y los derechos sexuales y reproductivos poco conocidos, muchas veces irrespetados. Cuando no vilipendiados por una mezcla de ignorancia, conservadurismo, mojigatez, religiosidad a ultranza, militarismo y ante todo temor.

Seguimos sumidos en la cultura del cuartel. De la bota castrense y fascitoide. Las botas pisotean la dignidad femenina. La violación de una menor en un instituto militar es sintomática de una cultura patriarcal, machista, violenta y sexista.

La cultura del atraso y el autoritarismo ahora maquillado bajo el tinte religioso. Guatemala ha dejado de ser un país secular. Estamos llenos de pastores fanáticos y mojigatos pero perversos. La religión como la entienden los fundamentalistas en Guatemala es un opio para el pueblo.

La homofobia es también grotesca. Somos una sociedad atrasada. Resulta que kaibiles, entrenados para matar, aparecen ahora en escuelas como pedagogos sexuales. Después de las enseñanzas del caso juzgado de Sepur Zarco es bochornosa esta situación.

En el país suceden violaciones diariamente y en gran número. Muchas mujeres, incluyendo menores, son violadas no pocas veces dentro de los marcos legales del matrimonio, así como las variantes del llamado estupro o violación con engaños. O en los casos del llamado matrimonio infantil, cuando una menor es dada en matrimonio por la familia para obtener regalías en cambio del esposo que suele ser mucho mayor que la víctima.

El aborto no es todavía legal en Guatemala. Pero esto no impide que se realicen miles de abortos en condiciones deficientes desde el punto de vista médico y de higiene básica, lo que pone en peligro la vida de las abortadas, muriendo o quedando lisiadas un número desconocido pero que se estima elevado. Muchas mujeres que abortan, incluyendo menores, habían resultado embarazadas después de una violación.

Los homosexuales, hombres y mujeres, llevan muy mala parte. No solo la estigmatización sino la persecución moral y en muchas oportunidades la represión física. Personas homosexuales, travestís o transexuales (HBT) han sido maltratadas e incluso asesinadas en Guatemala por el hecho de serlo. La norma heterosexual en el país tiene una esencia represora y destructiva, negadora de la libertad. En Guatemala no ha habido ningún partido político que reconozca los derechos de los homosexuales.

Ser homosexual no puede ser un delito ni una falta moral ni muchos menos una enfermedad, es un derecho. Incluido el matrimonio con el mismo sexo. Abortar también lo debe ser y la decisión final debe radicar en la mujer, es decir si quiere o no tener un hijo.

Basta de violaciones impunes. De matrimonios infantiles. De discriminación y de estigmatización de ciudadanos. Todo guatemalteco, independientemente si es gay o heterosexual, debe ser tratado como persona.

Urge desarrollar una conciencia que ilumine las marcas negras del pasado y permita abrir nuevas sendas para afrontar el futuro como país civilizado, secular, civil y democrático.

La homofobia es también grotesca. Somos una sociedad atrasada. Resulta que kaibiles, entrenados para matar, aparecen ahora en escuelas como pedagogos sexuales. Después de las enseñanzas del caso juzgado de Sepur Zarco es bochornosa esta situación.

Fuente: Siglo21 [http://www.s21.com.gt/tragaluz/2016/03/20/violaciones-revelaciones]

Jaime Barrios Carrillo
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